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Historias para ver

REVISTA CONVIVENCIA Nº 84  –  DICIEMBRE 2006

«TIEMPOS MODERNOS» (1935), POR CHARLIE CHAPLIN

En esta película de Charlot, por el agobiante trabajo que tenía en una fábrica, es internado en un manicomio. Era muy divertido verlo al pie de la cadena apretando tornillos sin parar, y luego cuando tenía que comer también le ponían una máquina para que no perdiera el tiempo comiendo.

Pues bien, el domingo 12 de febrero fui a llevar a mi nieto al cine que hacían en la Casa de Cultura de Monóvar, una película que se titulaba Harry Potter «El cáliz de fuego», que por cierto, estaba anunciada a las 5 y empezó a las 5:30. Cuando llegué a sacar las entradas observé una propaganda que llevaban en la mano los niños y que al presentarla descontaban 50 céntimos, es decir, que la entrada valía finalmente 2,50 euros en lugar de 3 euros. Sigo, había una gran cola, y me puse en la fila.

Cuando llegué al digamos «taquillero», tenía una mesa donde estaba la caja y los rollos de las entradas; las que no tenían descuento de color rojo y las otras de color azul, y otra mesa que tenía encima una máquina de hacer palomitas que hacía la misma persona. Vendía las entradas y hacía las palomitas al mismo tiempo; daba gusto verlo, igual ponía la cucharadita de maíz que la medida de aceite que la de sal, que vendía las entradas que correspondía, y al mismo tiempo, vigilaba la puerta para que nadie se colara, es decir, que también hacía de portero, y de paso también ponía orden a los que venían solos a comprar palomitas para que no molestaran a los demás. Las palomitas se servían con unos vasos blancos de plástico llenos a rebosar, junto con alguna botella de agua pequeña que también vendía.

Cuando llegó mi turno, me pidió un favor, que le hice al instante y que era el siguiente: Que me quedara un momento allí, pues iba a conectar el proyector para empezar el cine. Fue decirle que sí, cerró la caja con llave y subió las escaleras de tres en tres, cosa que me produjo una envidia sana, ya que servidor padece artrosis y no puedo subir escaleras ni de una en una.

Antes de darme cuenta ya había vuelto y la película empezada. Siguió vendiendo entradas, agua y haciendo palomitas de pie, todo con una agilidad felina. Cuando todo este trajín se normalizó un poco, entablé conversación con él y me dijo que a las diez de la mañana ya estaba allí para instalar el proyector, el telón y la máquina de las palomitas. Después cuando volví a por mi nieto, y pasé al interior, los espectadores serían unos doscientos; la segunda sesión que empezó a las 8:30 fueron unos veinte.

Al despedirme y decirle que había dejado a Charles Chaplin a la altura del zapato, pues había hecho las funciones de taquillero, tramoyista, vendedor, fabricante de palomitas, aposentador y vigilante de los servicios, me dijo: ¿A que no sabe lo que tengo que hacer después de desmontar todo esto? ‑ Pues la verdad hijo, no lo sé (respondí yo).‑ Barrer el patio de butacas que estará lleno de vasos de plástico y de palomitas.

A este joven (Daniel Martínez) sólo le falta convertir la paja en oro, como el personaje del cuento del Enano Saltarín.

JOSÉ MALLEBRERA ALFONSO

P.D.: Los carteles de propaganda que habían en la ciudad también los puso él.

Poster TIEMPOS MODERNOS
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