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De película bajo las estrellas 

DIARIO EL CORREO  –  16.08.10

MÓNICA BERNET   

Los cines de verano se resisten a morir y siguen congregando en los pueblos a una parroquia bulliciosa 
 

Hubo una época en la que las plazas de los pueblos eran de película. Los vecinos se llevaban el bocadillo y la silla de casa, y se plantaban en el mejor sitio posible para no perderse nada. Los largometrajes se proyectaban en grandes pantallas bajo un manto de estrellas. Eran los tiempos del cine de verano al aire libre, acompañados de los amigos y un refresco entre las manos. 

Esta peculiar forma de pasar los ratos de ocio nocturno y aplacar el calor propio de estas fechas tuvo su apogeo en los años 40, 50 y 60. Los que hoy son padres y abuelos aún recuerdan aquellos días reunidos en la plaza del pueblo, ensimismados con ‘Casablanca’, ‘Bienvenido, Mister Marshall’ o ‘Cantando bajo la lluvia’, que congregaban a los vecinos hambrientos de cine. 

Pero poco a poco la gente se fue volviendo más cómoda. Los grandes multicines aparecieron en las ciudades españolas y las parejas pasaron a hacerse arrumacos en las salas oscuras sin importarles demasiado lo que se proyectaba. Así, con el paso de los años, las grandes pantallas acompañadas de mullidas butacas y un sonido estridente han ido dejando casi en el olvido a aquellos cines de verano rodeados de amigos y familiares. No obstante, algunas empresas todavía llevan el proyector a los pueblos. Mantienen esa esencia propia que las distingue de las salas convencionales, ayudando a mantener los románticos anocheceres a la luz de la luna mientras se disfruta de lo último de la cartelera. En el País Vasco nunca abundaron debido al tiempo lluvioso; no así en otras partes de España. 

Para los vecinos de Tudela, en Navarra, los mosquitos y el calor pasan a un segundo plano cuando el cine llega al pueblo. Tampoco echan en falta el aire acondicionado. Todo gracias a Enrique de las Heras, propietario de Movilcine, que cada verano se encarga de acercarles a la puerta de casa las novedades del celuloide. 

Hace 21 años que decidió dedicarse a su gran pasión. «Veía que en la calle se hacían espectáculos de teatro y de música y pensé que el cine también podía tener un hueco», rememora. Dos décadas después, aún recorre las localidades navarras cargado con una gran pantalla y su proyector. 

Programa filmes de estreno de todo tipo, aunque abundan los más comerciales para satisfacer a un público amplio. «Y más en verano, cuando los niños no tienen que ir a clase». Pueblos repartidos por toda la comunidad navarra -unos 40- solicitan sus servicios y él acude a instalar todo su equipo por 700 u 800 euros, dependiendo del título que proyecte y de la repercusión comercial que haya tenido.

El cine de verano no es sólo ver una película, también es entretenimiento. Chuches, pipas y el lujo de poder fumar son algunos de sus atractivos y la mejor manera de pasar una noche al aire libre en época de crisis. «Todo está subvencionado por los ayuntamientos que nos contratan. Los vecinos sólo tienen que llevarse el bocadillo, el refresco y las sillas o hamacas de casa», destaca De las Heras.

 «Con la llegada del calor, la gente no quiere meterse en espacios cerrados», defiende Daniel Martínez, propietario de MovieMovil. Lleva 15 años encargándose de las últimas novedades cinematográficas y cuatro sacándolas a la calle por los pueblos alicantinos. Eso sí, «siempre respetando la actual Ley del Cine», que prohíbe reproducir las películas si no tienen al menos un año. Por eso, cogen todo el material y se plantan en la plaza del pueblo a la luz de las farolas, en un ambiente que congenia con la filosofía veraniega y que «se ha convertido en un elemento diferenciador respecto a las oscuras multisalas».

Según lo que estime cada consistorio, los espectadores pueden disfrutar gratis o «pagar como mucho 5 euros» por películas ya estrenadas, como ‘Los abrazos rotos’, de Pedro Almodóvar, o ‘Siete almas’, de Will Smith. Aunque siempre hay alguien que intenta escaquearse de pagar, «resulta un precio de lo más económico» en comparación con las entradas y los extras que lleva añadidos una gran sala.

Cuando el verano se aleja y llega el otoño, las llamadas a ambos empresarios no cesan. Continúan llevando cine a los pueblos, pero esta vez en espacios cerrados como polideportivos, casas culturales, auditorios, teatros o naves industriales. Cualquier sitio es bueno para instalar las últimas tecnologías cinematográficas de las que disponen: pantallas de entre 7 y 9 metros de ancho, sonido digital estéreo, proyectores con películas en Blu-ray, dvd y 35 mm. Todo preparado con lo último para disfrutar del séptimo arte sin salir del pueblo. «Es un lugar ideal para cualquier persona, da igual la edad», asegura Martínez. Lo importante es pasar una noche agradable donde sopla la brisa y se puede huir del calor.

 Sin embargo, la asistencia a los cines de verano se ha convertido en un auténtico ritual en peligro de extinción por la expansión de los multicines en los centros comerciales. Andalucía, debido al asfixiante calor, siempre había contado con la larga tradición popular de asistir a este tipo de entretenimiento, pero la expansión de los multicines no lo ha puesto demasiado fácil. De ahí que algunos de los que lo disfrutaron de pequeños hayan querido recuperarlo empujados por la añoranza. Un ejemplo es El Puerto de Santa María, en Cádiz.

 «Yo recuerdo mi niñez viendo siempre un filme al aire libre y lo que hemos querido es que nuestros pequeños puedan vivir esa misma experiencia», presume Enrique Valle Rincón, presidente de la Asociación de vecinos Altos de la Bahía de la localidad gaditana.

 Desde los últimos cuatro años, cada viernes y sábado proyectan gratis películas para sus vecinos, «todo subvencionado por la Junta de Andalucía». Haber recuperado esta costumbre «es la gloria bendita, y si encima estás rodeado de gente conocida, mejor que mejor».

 Acuden acompañados de cojines para evitar las incómodas piedras sobre las que se asientan, un antiguo anfiteatro romano de la localidad con capacidad para entre 300 y 400 espectadores. Disfrutan títulos para todos los gustos y de todos los géneros, desde comedias románticas hasta películas de acción sin límite, además de los largometrajes de animación para el público más infantil, lo que les ha hecho pensar que su cine de verano «cautiva», sobre todo a los pequeños. Tanto es así que horas antes de la proyección, «los niños vienen a preguntar qué se va a exhibir y corriendo se van a casa para que sus madres les preparen el bocadillo para la noche».

 Tras casi dos horas de duración, el proyector muestra los últimos minutos de la película y los espectadores permanecen atentos al desenlace. Ni las incómodas sillas ni los molestos mosquitos han conseguido distraerles. Desfilan los créditos y la pantalla del proyector se funde en negro y, de repente, la plaza estalla en aplausos. Y es que todavía hay unos fieles que, pese a Internet, las películas en 3D y las atronadoras salas en Dolby, disfrutan del placer de ver una película al aire libre, bajo un manto de estrellas. 

  

La Plaza de España, en Avilés  – foto: TANIA JUAN

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